Inversión sostenible: del margen al primer plano

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Imagen cedida

La gestión de patrimonios está experimentando profundos cambios en muchos aspectos. Han pasado a la historia los días en los que "sostenibilidad" era sinónimo de fijación en los círculos financieros por los criterios de exclusión y de debate interminable sobre supuestas rentabilidades negativas. Después de anotarse un crecimiento del 20% durante los dos últimos años, la inversión sostenible es uno de los segmentos de mayor crecimiento dentro de la gestión de patrimonios[1]. Los estudios han puesto de relieve que los criterios de sostenibilidad ya están detrás de uno de cada nueve dólares que se invierten en EE.UU.

Como suele ocurrir, existe una desconcertante variedad de términos técnicos y definiciones. Dicho de forma simple, la inversión sostenible se caracteriza por contar con un horizonte de inversión a largo plazo, una rentabilidad financiera estable y ventajas para la sociedad y el medio ambiente, lo que conlleva un deseo de ser responsable y de beneficiar, más que perjudicar, a las próximas generaciones.

El sello distintivo de una estrategia de inversión sostenible es una perspectiva a largo plazo en los mercados financieros que mire más allá de los cambios a corto plazo en el sentimiento de los inversores y las fluctuaciones cíclicas a medio plazo para concentrarse en los cambios estructurales en la economía y la sociedad. En este tipo de estrategia, el objetivo es detectar y comprender las grandes tendencias, como el crecimiento demográfico y el cambio tecnológico, y en examinar cómo las empresas evalúan y afrontan estos retos.

En una estrategia de inversión sostenible, el horizonte debe estar mucho más lejos de los siguientes resultados trimestrales. Con todo, la clave reside en la motivación del inversor. La voluntad de generar ganancias sociales y financieras no es igual de marcada en todos los inversores y puede satisfacerse de diferentes formas. Nuestra estrategia de inversión distingue específicamente cuatro segmentos: la inversión temática, la inversión sostenible, la inversión con impacto y la filantropía.

La inversión temática se centra en las tendencias estructurales y, mediante la adopción de una perspectiva descendente, se fija como objetivo detectar cambios radicales y predecir el inicio de transformaciones en la cadena de valor económico. Los cambios estructurales suelen ser repentinos y rara vez son constantes. Los inversores no sólo deben identificar a los ganadores y detectar dónde crece el mercado; también deben alejarse de los perdedores y examinar sus carteras en busca de posibles riesgos estructurales. La prioridad en esta área es la rentabilidad financiera, o dicho de forma más precisa, una rentabilidad que compense con creces el riesgo asumido (el "alfa").

Un ejemplo típico es el que puede observarse actualmente en Norteamérica, donde está disparándose la producción de gas natural gracias a los nuevos avances tecnológicos. El cambio estructural ha sido sorpresivo y ha provocado una transformación en esta industria que está repercutiendo en los mercados energéticos de todo el mundo y en el crecimiento económico de EE.UU. Los hidrocarburos de esquisto han supuesto una verdadera revolución y forman parte de los cambios que están produciéndose en las políticas energéticas de todo el mundo. El mercado está creciendo en los diferentes eslabones de la cadena de valor. Los productores tienen tantas probabilidades de encontrarse entre los ganadores del futuro como las empresas que explotan los gasoductos o los operadores que compran al por mayor el gas natural, más barato ahora. Los inversores deberían explotar esta diversificación potencial para distribuir sus riesgos. A pesar de los recelos que despierta la tecnología empleada para extraer el gas, es cierto que el medio ambiente está saliendo beneficiado, ya que el gas natural está desplazando a la electricidad "contaminante" que generan las centrales térmicas de carbón.

La inversión sostenible se centra en factores relacionados con el medio ambiente, la sociedad y el buen gobierno (ESG, por sus iniciales en inglés) y adopta un enfoque ascendente para analizar los mercados financieros. Los factores ESG refuerzan el arsenal de los analistas, ya que les brindan datos cualitativos normalizados y comparables que complementan las cifras cuantitativas clave más relevantes. Facilitan de este modo un análisis completo de los riesgos a los que se enfrentará una empresa en el futuro y permiten un examen más profundo de la calidad de su dirección. Los estudios han demostrado que las empresas con puntuaciones elevadas en factores ESG tienen menores costes de capital y sus acciones experimentan fluctuaciones menos acusadas, lo que reduce su riesgo. La inversión sostenible puede, pues, ayudar a reducir el nivel de riesgo una cartera.

Los factores ESG están acrecentando su importancia en los informes de análisis, lo que anima a las empresas a ser más transparentes ante los inversores. La inversión sostenible está intensificando la presión sobre las empresas para que informen sobre los riesgos relacionados con la contaminación medioambiental o sus políticas sociales y para que acaben con los abusos. El siguiente ejemplo pone de relieve la diferencia entre la inversión temática y la inversión sostenible: aunque muchas empresas están preparadas para participar en el auge de la electromovilidad, los informes sobre las condiciones de trabajo inhumanas en la industria electrónica ponen de relieve que pocas de ellas parecen estar prestando atención a los riesgos medioambientales, sociales y de buen gobierno.

La inversión con impacto está orientada hacia la consecución de beneficios sociales tangibles sin sacrificar una compensación económica adecuada por los riesgos asumidos. Aunque variadas, las opciones disponibles en la práctica siguen siendo reducidas. Un ejemplo son los fondos de microfinanciación, que facilitan el acceso a los créditos a los pequeños emprendedores de los países en vías de desarrollo. Al mismo tiempo, el rápido crecimiento de las centrales de energía solar y eólica ha engendrado un nuevo segmento en el mercado del capital riesgo, que en Alemania se materializa, entre otras modalidades, en las denominadas Bürgerbeteiligungen o programas de participación ciudadana. Aunque la inversión con impacto está popularizándose, esta estrategia no es adecuada para todos los inversores debido a la naturaleza ilíquida de las inversiones.

La filantropía, el último de los cuatro pilares de nuestra filosofía Next Generation, deja de lado totalmente las rentabilidades financieras para centrarse en el compromiso social. El gestor de patrimonios se encarga de colaborar en la administración de fundaciones benéficas y de asesorar en la selección de los proyectos que serán financiados.

En conclusión, puede afirmarse que la sostenibilidad ya no es un área marginal dentro de la gestión de patrimonios, sino que ha pasado al primer plano de esta actividad. Distinguir entre las rentabilidades financieras y sociales es una forma sencilla de ayudar a los inversores a encontrar la modalidad de inversión adecuada dentro de la amplia gama de opciones disponibles.



[1] KPMG, 2013, European Responsible Investing Fund Survey